viernes, 24 de mayo de 2019

Ramón de Campoamor - Las dos linternas

- I -

   De Diógenes compré un día       
la linterna a un mercader;       
distan la suya y la mía       
cuanto hay de ser a no ser.       
   Blanca la mía parece;       
la suya parece negra;       
la de él todo lo entristece;       
la mía todo lo alegra.       
   Y es que en el mundo traidor       
nada hay verdad ni mentira:       
«todo es según el color       
del cristal con que se mira».       


- II -

   -Con m linterna -él decía-,       
no hallo un hombre entre los seres-.       
¡Y yo que hallo con la mía       
hombres hasta en las mujeres!       
   ¡El llamó, siempre implacable       
fe y virtud teniendo en poco,       
a Alejandro, un miserable,       
y al gran Sócrates, un loco.       
   Y yo ¡crédulo!, entretanto,       
cuando mi linterna empleo,       
miro aquí, y encuentro un «santo»:       
miro allá, y un «mártir» veo.       
   ¡Sí!, mientras la multitud       
sacrifica con paciencia       
la dicha por la virtud       
y por la fe la existencia,       
   para él virtud fue simpleza,       
el más puro amor escoria,       
vana ilusión la grandeza,       
y una necedad la gloria.       
   ¡Diógenes! Mientras tu celo       
sólo encuentra sin fortuna,       
en Esparta algún «chicuelo»       
y hombres en parte ninguna,       
yo te juro por mi nombre       
que, con sufrir el nacer,       
es un héroe cualquier hombre,       
y un ángel toda mujer.       


- III -

   Como al revés contemplamos       
yo y él las obras de Dios,       
Diógenes o yo engañamos.       
¿Cuál mentirá de los dos?       
   ¿Quién es en pintar más fiel       
las obras que Dios crió?       
El cinismo dirá que él;       
la virtud dirá que yo.       
   Y es que en el mundo traidor       
nada hay verdad ni mentira:       
«todo es según el color       
del cristal con que se mira».